“Amor
es Ser y Sabiduría es actuar en Amor” -Maestro KPK.
Todos llevamos adelante
nuestras vidas, luchando permanentemente con los mil y un problemas
que nos aquejan. Llegar a “realizarnos” como personas es una tarea
hermosa cuando se ven los resultados... pero al principio, se hace
costoso. Sobre todo, es muy difícil mantener la
coherencia.
Hoy, desde los más diversos ángulos se nos invita a
dejar de ser nosotros mismos y a transigir. A pesar de ello, siempre
existen en nuestras sociedades (tan complejas y variadas) vidas
ejemplares, coherentes, rotundas y llenas de sentido. Personas que
han dejado sus contradicciones flagrantes, para dar paso a logros
duraderos.
Es menester hacer cada día un esfuerzo, pequeño pero
constante, para construir un modelo de identidad. Un modelo -abierto
y elástico- que sea coherente con lo que cada uno quiere ser... y
hacer con su vida.
“No hay almohada más blanda, que una
conciencia limpia” -proverbio francés.
Una broma del
Maestro
Había
en el pueblo un hombre santo que a los aldeanos les parecía, por un
lado, una persona interesante y, por otro, un extravagante. El caso
es que le pidieron que les predicase. El hombre aceptó y el día que
se reunieron para hablarles intuyó que los asistentes no eran
sinceros en su actitud, y les preguntó:
-Amigos,
¿saben de lo que les voy a hablar?
-No
-respondieron los aldeanos.
-En ese
caso -agregó el hombre santo- no voy a decirles nada. Son tan
ignorantes que de nada podría hablarles que mereciera la pena. En
tanto no sepan de qué voy a hablarles, no les
hablaré.
Los
asistentes, avergonzados y desconcertados, marcharon a sus casas. Se
reunieron al día siguiente y decidieron reclamar otra vez las
palabras del maestro.
El
hombre santo se reunió nuevamente con los aldeanos. Les
preguntó:
-¿Sabéis
de lo que voy a hablaros?
Los
aldeanos estaban ahora preparados y respondieron:
-Sí, lo
sabemos.
-Siendo
así -añadió el maestro- no tengo nada que deciros, porque ya lo
sabéis. Que paséis buena noche, amigos.
Los
aldeanos estaban irritados. No se dieron por vencidos. Una vez más
reclamaron la predicación del hombre que consideraban un
extravagante.
-¿Sabéis
de lo que voy a hablaros?
Los
aldeanos ya habían estudiado su respuesta, confiando en que esta vez
obligarían al hombre a hablar. Contestaron:
-Algunos
lo sabemos y otros no.
El
hombre santo repuso:
-Muy
bien. En tal caso los que saben que transmitan su conocimiento a los
que no saben.
Y
abandonó la sala y se retiró al solitario bosque, donde no residía
tanta estupidez.