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5 de Septiembre
de 2003, 8 de Elul 5763
EL BAMBÚ
JAPONÉS
No hay que ser
agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen
abono y riego constante.
También es obvio que quien cultiva la tierra no se
para impaciente frente a la semilla sembrada y grita con todas sus fuerzas:
Crecé. Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo trasforma
en no apto para impacientes. Siembras la semilla, la abonas y te ocupas de
regarla constantemente. Durante los primeros meses no sucede nada apreciable, en
realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal
punto que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas
infértiles. Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de solo seis
semanas, la planta de bambú crece más de 30 metros ¿Tardó sólo seis semanas en
crecer? No, La verdad es que se tomo siete años y seis semanas en desarrollarse.
Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba
generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el
crecimiento que iba a tener después de siete
años.
Sin embargo, en la
vida cotidiana muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, triunfos
apresurados sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento
interno y que este requiere tiempo. Quizás, por la misma impaciencia, muchos de
aquellos que aspiran a resultados en el corto plazo abandonan súbitamente justo
cuando ya estaban a punto de conquistar la meta. Es tarea difícil convencer al
impaciente que sólo llegan al éxito aquellos que luchan en forma perseverante y
saben esperar el momento adecuado.
De igual manera es
necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las
que creeremos que nada está sucediendo, y esto puede ser extremadamente
frustrante. En esos momentos todos tenemos que recordar el ciclo de maduración
del bambú japonés y aceptar que en tanto no bajemos los brazos, ni abandonemos
por no ver el resultado que esperamos, si está sucediendo algo dentro nuestro,
estamos creciendo, estamos madurando.
Quienes no se dan por
vencidos van gradual e imperceptiblemente creando los hábitos y el temple que
les permitirá sostener el éxito cuando este al fin se materialice. El triunfo no
es mas que un proceso que lleva tiempo y dedicación. Un proceso que exige
aprender nuevos hábitos y nos obliga a descartar otros. Un proceso que exige
cambios, acción y formidables dotes de paciencia.
Shabat Shalom
Rabino Fabián Skornik
Agradezco a Marcela Lewin por haberme
enviado el relato.
