EL CANTARO
Cuentan que una vez un hombre envió a su joven hijo
a llenar un cántaro al río, y le dijo que volviera lo antes
posible. El joven obedeció y fue hacia el río mientras su padre le
observaba de lejos. Entonces éste vio a su hijo poniendo el cántaro
debajo de una cascada, y la fuerza del agua fue tal y la cantidad tan
grande que el líquido no logró entrar al recipiente pues su cuello
era demasiado delgado.
Cuando el hijo llegó con el cántaro, le mostró
como el cuello del mismo había sido roto por el fuerte y constante
golpear del agua. Además, este hecho provocó que el agua llegara turbia y
sucia.
El padre preguntó entonces: "¿Por qué simplemente no
sumergiste el cántaro en el río? No veías que el agua de la cascada era
demasiada para el cuello del cántaro?"
El hijo contestó: "Sí, pero es que
quería llenarlo lo más rápido posible".
El mundo que nos rodea nos impulsa permanentemente para que
vayamos más y más rápido. Saltear etapas, acortar distancias, ahorrar
esfuerzos, tener todo en el menor tiempo posible. Pero muchas veces, al
intentar conseguirlo, no nos damos cuenta que corremos el riesgo de romper
algo dentro nuestro de mucho valor. Si eso ocurre todo lo ansiado perderá
sentido ya que el precio fue demasiado
alto.
Poder encontrar el camino del equilibrio es parte del desafío de
crecer. No detenernos, pero tampoco excedernos, intentando obtener de la vida
lo que necesitamos y lo que podemos recibir. Pensemos en este Shabat si lo
estamos consiguiendo.
Shabat Shalom
Rabino Fabián
Skornik
PD:
Agradezco a Celia y León Susevich por enviarme el cuento.